En un profundo bosque, lejos de la ciudad y cerca de un lago. Una estrella
había caído, haciendo de este punto su nuevo hogar. Alrededor del bosque,
habían pequeñas criaturas, animales y demás curiosos seres; saltando, jugando,
en grupos hablando de muchas cosas. Sin embargo, la estrella no se había movido
ni un solo centímetro del lugar que amortiguo su caída ni una sola vez. Ella
era tímida, no hacía nada más que contemplar y tratar de sentirse parte de
ellos en algún sentido. Ella entendía que no era como ellos, y que cada uno era
distinto y adecuado a su manera.
Cada vez que ella pensaba demasiado en algo, se sentía tremendamente
triste. Creía que tenía que hablar con ellos, intentarlo y conseguir olvidarse
de ese vacío y soledad de alguna manera. Pero tenía miedo, miedo de la
distancia, del abandono, del rechazo, de la marginación. No quería sentirse
sola, pero ya lo había estado por tanto tiempo que pensaba acostumbrarse a,
sentía que no sería nada si continuaba de esa manera solitaria.
Por eso, un día, ella lo decidió. Ella definitivamente quería salir y
hablar con alguien. Llorar sin intentar no le llevaría a ninguna parte. ¿Por
qué solamente yo estoy sola en este lugar? – pensó para animarse un poco
buscando la respuesta en sí misma. Así pues, se adentró, o más bien, salió de
su lugar seguro. Cuando llegó junto al resto de los seres se arrepintió, nada
era lo que ella quería que fuese.
Las cosas que decían, las cosas que pensaban, las cosas que hacían; todo,
absolutamente todo era disgustante y desagradable para ella. Claro que
sería así, pues cada quien tenía creencias e ideas propias acorde con su
persona. Pero, pensó que como sana convivencia ella lo toleraría. No fue así,
no se sentía capaz de tolerar eso. Se aterrorizo. Y resignada regreso a su
viejo lugar de descanso. No podía creer ellos fuesen de esa forma, y eso, al
parecer era normal.
Recordando esto durante su tiempo de meditación, se mentalizo que tenía que
intentarlo de nuevo si quería dejar de estar sola. En la próxima oportunidad ella
se acercó, intentando una nueva estrategia, reprimiendo sus ideas e intentando
encajar como pieza en rompecabezas, muy espontáneamente y dispuesta se acercó;
sin embargo, la respuesta de las criaturas sólo funcionó para peor. La
examinaron de arriba abajo por unos momentos, y al cabo de unos momentos, al
unísono todos rieron de ella.
Dañada por el suceso trato de refugiarse en otro grupo, pero esta vez les
observo y trato de complacer sus requerimientos para entrar al grupo, usando
una fachada. Todo era superficial, pero había funcionado, de alguna manera le
hablaban y consiguió ser miembro de ese grupo. Sabía, que seguía siendo lo
mismo, en el fondo y conscientemente sabía que era los mismo, pero esta vez
ellos se burlaban cuando ella no estaba, ¿Consideración tal vez? Se sentía
incomoda, ya casi incolora perdía su brillo cada segundo que pasaba con esas
criaturas, lentamente se convertía en piedra sin sentido. Solo guardaba
silencio y con el tiempo esto se convirtió en un hábito. Solo era una nada.
Entonces a punto de perder el brillo y color por completo, en un sollozo
inaudible para los demás, buscar su verdad. ¿Quién era? ¿Quién quería ser?
¿Quién sería? Se sentía triste y sola, un poco incomprendida e incapaz de
comprender a los demás. Corrió, corrió y se escondió de nuevo, lo más lejos
posible. Se encerró en un frio pero frágil caparazón de cristal.
Continuaba observando todo, como antes, solo era espectadora, pero su
perspectiva había cambiado.
Su forma de ser se tornó ruda, un tanto violenta, retraída y a la defensiva. Dejó de cuestionar ese tipo de cosas respecto a su alrededor y solo pensó, una y otra vez, cómo había llegado aquí. Ahora esa era la prioridad, de igual forma, pensaba para qué estaba aquí, y unas tantas otras preguntas cuestionando su existencia misma.
Tanto tiempo había pasado ya, que no notaba en realidad lo que sucedía a su
alrededor. A la orilla del lago, un botón de flor estaba abriéndose. Esta
pequeña florecía de manera animada. No lo había notado, pero el momento que la
flor estaba junto a ella completamente abierta y parlanchina; huyo y evito
hablar con ella. La pequeña lilium jugaba e intentaba establecer conversaciones
con la pequeña estrella tras el cristal, aunque la estrellita ponía una barrera
más fuerte que la anterior a cada segundo. Tenía miedo de seguir sola, pero no quería
salir a ese tipo de ambientes nunca más.
Muy curiosamente, en una ocasión, cuando sin querer respondió a las
palabras de la flor que ya eran costumbre el escucharlas, percato rápidamente que
no era lo mismo, las conversaciones no tenían el mismo matiz que las que había experimentado
con el grupo de criaturas la vez anterior. La flor lo obtuvo, la intención de la
pequeña flor era clara ahora. Quería, por alguna razón, la cual sigue sin
comprender muy bien, su agrado y amistad.
Ella, la pequeña estrella por fin acepto. No se podía confinar a tal
destierro propio por la última experiencia que había vivido. Cambio, en lapsos
cortos y por el ambiente, todo cambiaba a su alrededor de manera constante y rápida.
Cuando tintineaba, cuando brillaba, con dedicar unas palabras y atención a la
pequeña flor, como las nubes en el cielo, que algunas veces parecen inmóviles,
siguen moviéndose a una velocidad lenta, pero constante movimiento. Mucho tiempo paso, sus mecanismos de defensa persistieron, si tenía miedo,
usaba fachadas, algo que no le pertenecía, para ser parte de. La flor seguía su
lado, pero muchas criaturas se fueron acercando a ella; seres cuyo interés no
eran tan radicalmente diferentes como los de ella.
En una de tantas ocasiones, cuando sus compañeros le esperaban para jugar,
al verla demorada le fueron a buscar. Que sorpresa se llevaron cuando llegaron
al punto donde el caparazón de cristal se encontraba; estaba vacío pero
intacto, como si hubiese desaparecido. ¿Qué ha sucedido con la estrella? Se preguntaban cada día sus compañeros de
juego, al acercarse al lugar diariamente con algunas esperanzas. La pequeña
lilium, su primera amiga, el gorrión que le enseño nuevos horizontes y le salvo
en momentos de inestabilidad, la bella mariposa que suavizo un poco su alma, el
inteligente escarabajo, la perspicaz
lagartija, la extrovertida tarántula, la determinada y amigable caracol, la
abeja tan social, la pequeña y responsable mariquita, las pequeñas luciérnagas que
brillaban de vez en cuando y los grillos que le dedicaban canciones por las
noches. Todos sus amigos, preocupados y expectantes a su regreso.
Los días llegaban y se iban con rapidez convirtiéndose en semanas, que
pasaron a ser meses y años. Una misteriosa desaparición, nadie más, a excepción
de la misma estrella sabia la verdad de los hechos. Ella, de nuevo en el cielo contemplando
tan triste escena, conocía la razón de esto.
Luego de haber regresado al cielo, por un tiempo, triste por no poder hacer
llegar sus mensajes de que seguía viva a sus amigos, nada. Sola, de nuevo,
recobro sus recuerdos, de pocos en pocos.
Todas las noches, desde su punto en el cielo, ella admiraba atenta a las
fiestas y convivencias que hacían todas las criaturas del bosque. Le hizo
anhelar ese sentimiento de pertenencia, esa sensación que era parte de, no solo
del grupo solo porque si, sabía que no brillaba tanto como sus compañeras,
tampoco era distinguida y famosa con un nombre muy conocido, pero seguía siendo
una simple estrella de muchas otras que existían. Quería sentir eso, lo creía y
anhelaba con mucho furor. Y esa vez, su deseo que yacía albergado en su corazón,
tan fuerte, se le concedió.
Cayó lentamente, en el profundo bosque, lejos de la ciudad y cerca del
lago. Al llenar ese vacío temporalmente fue enviada de vuelta, tan fácil como
felizmente había caído, regreso porque así debía de ser. Nostálgicamente comprendió, todo cambiaba y ese cambio solo era cuestión de
tiempo.Y todas las noches con la luz de la luna, todos los días con la luz del sol,
contemplo a sus amigos, como su soledad se disipaba en un abrir y cerrar de
ojos al pensar en poder estar con ellos una vez más.
Se detuvo el reloj de arena, se detuvo y fue girado, la historia se repetía.
Y cada vez que regresaba, sin ningún recuerdo, sin la menor idea de cómo
comenzar, cada vez más retraída que la vez anterior. Conocía muchas más
criaturas, pero seguía preguntándose, ¿Qué gracia o diferencia hacía para todos
ellos dedicar tiempo a alguien como ella, tan pesimista, tan sarcástica, tan a
la defensiva, tan ella…?
Valientemente con temor, se atrevía una vez, y otra tras otra a adentrarse
cada vez más a la profundidad del bosque, el que estaba lejos de la ciudad y
cerca del lago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario