jueves, 21 de enero de 2016

¿Quién soy yo? ☆

En un profundo bosque, lejos de la ciudad y cerca de un lago. Una estrella había caído, haciendo de este punto su nuevo hogar. Alrededor del bosque, habían pequeñas criaturas, animales y demás curiosos seres; saltando, jugando, en grupos hablando de muchas cosas. Sin embargo, la estrella no se había movido ni un solo centímetro del lugar que amortiguo su caída ni una sola vez. Ella era tímida, no hacía nada más que contemplar y tratar de sentirse parte de ellos en algún sentido. Ella entendía que no era como ellos, y que cada uno era distinto y adecuado a su manera.

Cada vez que ella pensaba demasiado en algo, se sentía tremendamente triste. Creía que tenía que hablar con ellos, intentarlo y conseguir olvidarse de ese vacío y soledad de alguna manera. Pero tenía miedo, miedo de la distancia, del abandono, del rechazo, de la marginación. No quería sentirse sola, pero ya lo había estado por tanto tiempo que pensaba acostumbrarse a, sentía que no sería nada si continuaba de esa manera solitaria.
Por eso, un día, ella lo decidió. Ella definitivamente quería salir y hablar con alguien. Llorar sin intentar no le llevaría a ninguna parte. ¿Por qué solamente yo estoy sola en este lugar? – pensó para animarse un poco buscando la respuesta en sí misma. Así pues, se adentró, o más bien, salió de su lugar seguro. Cuando llegó junto al resto de los seres se arrepintió, nada era lo que ella quería que fuese.

Las cosas que decían, las cosas que pensaban, las cosas que hacían; todo, absolutamente  todo era disgustante y desagradable para ella. Claro que sería así, pues cada quien tenía creencias e ideas propias acorde con su persona. Pero, pensó que como sana convivencia ella lo toleraría. No fue así, no se sentía capaz de tolerar eso. Se aterrorizo. Y resignada regreso a su viejo lugar de descanso. No podía creer ellos fuesen de esa forma, y eso, al parecer era normal.

Recordando esto durante su tiempo de meditación, se mentalizo que tenía que intentarlo de nuevo si quería dejar de estar sola. En la próxima oportunidad ella se acercó, intentando una nueva estrategia, reprimiendo sus ideas e intentando encajar como pieza en rompecabezas, muy espontáneamente y dispuesta se acercó; sin embargo, la respuesta de las criaturas sólo funcionó para peor. La examinaron de arriba abajo por unos momentos, y al cabo de unos momentos, al unísono todos rieron de ella.

Dañada por el suceso trato de refugiarse en otro grupo, pero esta vez les observo y trato de complacer sus requerimientos para entrar al grupo, usando una fachada. Todo era superficial, pero había funcionado, de alguna manera le hablaban y consiguió ser miembro de ese grupo. Sabía, que seguía siendo lo mismo, en el fondo y conscientemente sabía que era los mismo, pero esta vez ellos se burlaban cuando ella no estaba, ¿Consideración tal vez? Se sentía incomoda, ya casi incolora perdía su brillo cada segundo que pasaba con esas criaturas, lentamente se convertía en piedra sin sentido. Solo guardaba silencio y con el tiempo esto se convirtió en un hábito. Solo era una nada.  

Entonces a punto de perder el brillo y color por completo, en un sollozo inaudible para los demás, buscar su verdad. ¿Quién era? ¿Quién quería ser? ¿Quién sería?  Se sentía triste y sola, un poco incomprendida e incapaz de comprender a los demás. Corrió, corrió y se escondió de nuevo, lo más lejos posible.  Se encerró en un frio pero frágil caparazón de cristal. Continuaba observando todo, como antes, solo era espectadora, pero su perspectiva había cambiado.

Su forma de ser se tornó ruda, un tanto violenta, retraída y a la defensiva.  Dejó de cuestionar ese tipo de cosas respecto a su alrededor y solo pensó, una y otra vez, cómo había llegado aquí. Ahora esa era la prioridad, de igual forma, pensaba para qué estaba aquí, y unas tantas otras preguntas cuestionando su existencia misma.
Tanto tiempo había pasado ya, que no notaba en realidad lo que sucedía a su alrededor. A la orilla del lago, un botón de flor estaba abriéndose. Esta pequeña florecía de manera animada. No lo había notado, pero el momento que la flor estaba junto a ella completamente abierta y parlanchina; huyo y evito hablar con ella. La pequeña lilium jugaba e intentaba establecer conversaciones con la pequeña estrella tras el cristal, aunque la estrellita ponía una barrera más fuerte que la anterior a cada segundo. Tenía miedo de seguir sola, pero no quería salir a ese tipo de ambientes nunca más.

Muy curiosamente, en una ocasión, cuando sin querer respondió a las palabras de la flor que ya eran costumbre el escucharlas, percato rápidamente que no era lo mismo, las conversaciones no tenían el mismo matiz que las que había experimentado con el grupo de criaturas la vez anterior. La flor lo obtuvo, la intención de la pequeña flor era clara ahora. Quería, por alguna razón, la cual sigue sin comprender muy bien, su agrado y amistad.
Ella, la pequeña estrella por fin acepto. No se podía confinar a tal destierro propio por la última experiencia que había vivido. Cambio, en lapsos cortos y por el ambiente, todo cambiaba a su alrededor de manera constante y rápida. Cuando tintineaba, cuando brillaba, con dedicar unas palabras y atención a la pequeña flor, como las nubes en el cielo, que algunas veces parecen inmóviles, siguen moviéndose a una velocidad lenta, pero constante movimiento. Mucho tiempo paso, sus mecanismos de defensa persistieron, si tenía miedo, usaba fachadas, algo que no le pertenecía, para ser parte de. La flor seguía su lado, pero muchas criaturas se fueron acercando a ella; seres cuyo interés no eran tan radicalmente diferentes como los de ella.

En una de tantas ocasiones, cuando sus compañeros le esperaban para jugar, al verla demorada le fueron a buscar. Que sorpresa se llevaron cuando llegaron al punto donde el caparazón de cristal se encontraba; estaba vacío pero intacto, como si hubiese desaparecido. ¿Qué ha sucedido con la estrella? Se preguntaban cada día sus compañeros de juego, al acercarse al lugar diariamente con algunas esperanzas. La pequeña lilium, su primera amiga, el gorrión que le enseño nuevos horizontes y le salvo en momentos de inestabilidad, la bella mariposa que suavizo un poco su alma, el inteligente escarabajo, la  perspicaz lagartija, la extrovertida tarántula, la determinada y amigable caracol, la abeja tan social, la pequeña y responsable mariquita, las pequeñas luciérnagas que brillaban de vez en cuando y los grillos que le dedicaban canciones por las noches. Todos sus amigos, preocupados y expectantes a su regreso.

Los días llegaban y se iban con rapidez convirtiéndose en semanas, que pasaron a ser meses y años. Una misteriosa desaparición, nadie más, a excepción de la misma estrella sabia la verdad de los hechos. Ella, de nuevo en el cielo contemplando tan triste escena, conocía la razón de esto.

Luego de haber regresado al cielo, por un tiempo, triste por no poder hacer llegar sus mensajes de que seguía viva a sus amigos, nada. Sola, de nuevo, recobro sus recuerdos, de pocos en pocos.

Todas las noches, desde su punto en el cielo, ella admiraba atenta a las fiestas y convivencias que hacían todas las criaturas del bosque. Le hizo anhelar ese sentimiento de pertenencia, esa sensación que era parte de, no solo del grupo solo porque si, sabía que no brillaba tanto como sus compañeras, tampoco era distinguida y famosa con un nombre muy conocido, pero seguía siendo una simple estrella de muchas otras que existían. Quería sentir eso, lo creía y anhelaba con mucho furor. Y esa vez, su deseo que yacía albergado en su corazón, tan fuerte, se le concedió.

Cayó lentamente, en el profundo bosque, lejos de la ciudad y cerca del lago. Al llenar ese vacío temporalmente fue enviada de vuelta, tan fácil como felizmente había caído, regreso porque así debía de ser.  Nostálgicamente comprendió, todo cambiaba y ese cambio solo era cuestión de tiempo.Y todas las noches con la luz de la luna, todos los días con la luz del sol, contemplo a sus amigos, como su soledad se disipaba en un abrir y cerrar de ojos al pensar en poder estar con ellos una vez más.

Se detuvo el reloj de arena, se detuvo y fue girado, la historia se repetía. Y cada vez que regresaba, sin ningún recuerdo, sin la menor idea de cómo comenzar, cada vez más retraída que la vez anterior. Conocía muchas más criaturas, pero seguía preguntándose, ¿Qué gracia o diferencia hacía para todos ellos dedicar tiempo a alguien como ella, tan pesimista, tan sarcástica, tan a la defensiva, tan ella…?
Valientemente con temor, se atrevía una vez, y otra tras otra a adentrarse cada vez más a la profundidad del bosque, el que estaba lejos de la ciudad y cerca del lago.  


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